Murió Hugo Gatti: tres locuras geniales de un personaje inigualable

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Hugo Gatti era así. A la atajada más importante de su vida se encargó de quitarle todo el crédito.

En uno de los torneos más recordados por los hinchas de Boca, con Maradona, fue asistidor en un gol decisivo.

Y en un partido por los puntos hizo una de las tapadas más insólitas que se recuerden en la historia del fútbol argentino, con los tacos de sus botines.

Lo primero que hay que decir es que la carrera de Gatti se desarrolló entre 1962 y 1988. La calidad de los registros fílmicos no es la mejor, por supuesto. Pero sus hazañas merecen ser recordadas aún con las limitaciones de la tecnología de una época que marcó como ningún otro arquero.

La "suerte" contra Vanderlei

Fue 1 a 0 en la ida, en la Bombonera, con gol de Carlos Toti Veglio. Y 0-1 en Belo Horizonte por un tanto de Nelinho. Se jugaban partidos de desempate por entonces. El 14 de septiembre de 1977 Boca y Cruzeiro tuvieron que ir a definir todo en un tercer partido en el Centenario, en Montevideo.

Fue un típico 0 a 0 áspero de la antigua Copa. Y hubo que ir, por primera vez en la historia de la competición a los penales. ¿Quién más podía ser el héroe? El Loco.

Hugo Gatti campeón de la Libertadores

Acertaron todos hasta el noveno penal. Mouzo, Tesare, Zanabria, Pernía y Felman para los argentinos. Menezes, Nec, Morais y Livio Damiao para los brasileños. El último penal fue para Vanderlei. Hugo Gatti se tiró a su izquierda y lo detuvo. Boca campeón de la Libertadores por primera vez en su historia. El sueño de Alberto J. Armando en las manos de un ídolo que él mismo había ido a buscar a Unión, junto con el DT, el Toto Lorenzo. A la hora de analizar la hazaña, los periodistas pusieron el micrófono frente al hombre del momento. Esperaban voces grandilocuentes, más viniendo de un personaje al que le gustaba decir que era el mejor. El 1. Pero por eso era el Loco. En esa, que podía sacar a relucir su vanidad con el trofeo más importante eligió ser genuino: "Siempre dije que los penales son suerte. Fue suerte". Aunque con el tiempo pudiera cambiar. Ese día, no se quiso "colgar la medalla".

El día que asistió a Perotti

La llegada de Diego Maradona a Boca generó una revolución y no se esperaba otra cosa que un título en aquel año. En ese contexto de enorme presión, el Loco seguía siendo el Loco.

Aunque el conjunto xeneize se consagró más tarde, en un partido ante Racing, el 19 de julio de 1981, por la 13ª fecha de la segunda rueda, jugó un partido decisivo ante Estudiantes de La Plata, en la Bombonera.

Gatti fue, increíblemente el asistidor de Hugo Osmar Perotti en el gol del triunfo por 1-0. Es la jugada que mejor define su estilo. Con el equipo volcado en el ataque en búsqueda del triunfo, la defensa quedó desequilibrada.

Trama lanzó un pelotazo para Hernández que debía quedar mano a mano con el arquero rival para poner en ventaja a los platenses.

Pero en el arco adversario estaba Gatti, que leyó todo el movimiento y se anticipó. No la despejó fuerte a la tribuna como hubiera hecho cualquier arquero. Miró el panorama. Avanzó. Pasó a un rival en velocidad y cuando llegó a la mitad de la cancha y recién cuando vio que había un compañero (Perotti), que podía quedarse con el balón, se dio media vuelta y volvió a su lugar.

Después, la corrida del joven atacante fue genial y el mérito del gol es casi todo suyo. Pero sus compañeros entendieron que el arquero no sólo había evitado la caída de la valla. Había iniciado la acción del triunfo.

Por eso en el festejo lo eligieron a él para los abrazos.

La tarde que atajó con los tacos

El Metropolitano de 1984 no es un campeonato que el hincha de Boca recuerde con mucho cariño. El equipo terminó 16°. Épocas duras desde lo económico y desde lo deportivo. Pero el Loco Gatti, incluso en los malos momentos daba espectáculo y se permitía sacarle una sonrisa a su gente.

En un partido contra Platense (un intrascendente 2 a 2), en la cancha de Vélez, el 22 de abril, frenó un fuerte remate desde afuera del área con los tacos. Dejó pasar la pelota entre las piernas y la retuvo con los pies cuando ya se metía en el arco.

Algunos observan esa jugada como un símbolo de su irresponsabilidad. O pueden creer que fue pura suerte.

Y aunque esto último sea cierto, él tenía una personalidad de hierro. Nunca se dio vuelta para ver si la pelota se le escapaba. La aprisionó e inmediatamente levantó los brazos porque sabía que había hecho una genialidad.

Se paró sin dejar de presionar el balón entre sus pies y sin apoyar las manos en el césped. Y salió jugando. Como toda la vida.

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