"Déjenme si estoy soñando"

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Los días siguen su marcha y, por mucho que desee dimensionar lo que ha hecho nuestro Club América, me cuesta mucho.

Sé que es grande, enorme y magnánimo, pero no logro concebir el alcance de ser tricampeón.

Crecí viendo al América de Beenhakker, pero todavía fui testigo de buena parte de La Sequía de los Trece Años. Salir campeón en 2002 fue emocionante, todavía recuerdo cuando anotó el Misionero. Salté del piso, salí corriendo de la habitación, recorrí la sala y llegué hasta la calle, gritando como poseído, como si yo hubiera hecho el gol de oro.

Por fin había visto campeón a mi equipo del alma.

El tiempo siguió su curso, y en 2005, “apenas tres años” después, repetí. ¡Qué bien se sentía salir campeón con relativa frecuencia! Especialmente, porque me daban mucha envidia los Pumas bicampeones de un año atrás.

Pensaba, “¿acaso es tan imposible para el América imitar la hazaña”?

Volví a sufrir mi segunda sequía, esta vez, de ocho años, hasta que en el Clausura 2013, mi América volvió a ser campeón con todo el drama que caracteriza a la institución Azulcrema.

Y mejor aún: llegamos a la final del Apertura 2013, por lo que la gran oportunidad de ser bicampeón, estaba a dos partidos de distancia.

Tristemente, no esperaba que fuera tan evidente que la prioridad era rescatar el Mundial a cómo diera lugar, por lo que desde ese día, tuve una herida que iba a ser difícil de cerrar. Me negaba a creer que los mugrosos Pumas pudieran presumir una y otra vez que eran bicampeones.

La herida empeoró cuando León salió bicampeón, aprovechando que América obsequió un título. Ahora eran dos equipos de poca monta los que podían presumir logros que “el más grande” solo podía mirar a lo lejos.

Menos mal que, América reaccionó y, de la mano de Mohamed, levantó el trofeo del Apertura 2014 y devolvió cierta calma a los campos de Coapa.

Volvimos a ganar hasta 2018, y aunque la euforia fue absoluta, seguía pensando que América necesitaba sí o sí al menos igualar el bicampeonato. Lo peor es que volvieron a pasar cinco años, hasta que la historia, por fin, nos hizo justicia.

La final contra Tigres en el Apertura 2023 marcó el inicio de este camino glorioso del cual podemos todos hinchar el pecho. Ese gol de Julián tras el rechace de Nahuel hizo rugir al Azteca y dejar un nuevo título en casa.

Entonces, mi gran chance de conseguir el anhelado bicampeonato se hizo presente cuando Jardine y sus muchachos nos pusieron en una nueva final. Tuve la fortuna de estar presente en el Azteca y supe que la vida al fin me concedería esta alegría cuando Rotondi derribó a Israel Reyes para poner a Henry detrás de los once pasos y reventar la portería.

Silbó el árbitro y fui el Azulcrema más feliz del mundo. Con mi bicampeonato en mano, ya no tenía nada que envidiar a nadie. Era perfecto desde cualquier ángulo, pues no solo seguíamos aumentando la ventaja contra los wannabes, sino que, además, poco podían presumir Pumas, León y Atlas. Les habíamos arrebatado lo único que tenían en contra nuestra.

Con el Apertura 2024, llegó mi conflicto interno con algún sector del Americanismo.

Algunos hablaban de “tener crédito”, y que daba igual lo que ocurriera, que “nadie debería reventar ni criticar nada”.

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