Se adelantó el más grande

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Cuando empecé a tener una mayor conciencia de lo que era el fútbol, las Águilas del América comenzaban a dominar su década, hasta el momento, más gloriosa. La mítica década de los años 80’s.

Como buen niño, el primer jugador que me deslumbró fue el Ruso Brailovsky, su velocidad y capacidad ofensiva era lo que un primerizo en los andares del americanismo necesitaba para engancharse. Luego, el héroe fue Héctor Miguel Zelada. Nadie como el arquero argentino para cerrar el marco americanista y hacer que cualquier niño volara en su cama simulando sus grandes atajadas.

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Y así, aparecía un nuevo héroe cada torneo, alguien en quien convertirse en la canchita de la escuela o durante las cascaritas callejeras. Si eras defensa, invariablemente, el Capitán Furia se mimetizaba en ti. En la delantera, volabas por la banda como Zague, o hacías magia estilo Antonio Carlos Santos, o metías goles como Carlos Hermosillo.

Sin embargo, teniendo más comprensión del fútbol y sus engranajes, te dabas cuenta de que había en el campo un héroe desconocido, un hombre que no robaba reflectores. Pero, era la pieza más importante del esquema multicampeón y de aquel equipo que hizo historia.

Mi papá, quien por cierto siempre le ha llamado “Cristobalito”, fue el primero en educarme sobre su presencia en el campo y su importancia. Fue así que empecé a mirarlo y entenderlo. Todo terreno, que metía siempre la pierna y que sabía salir jugando con estilo. Tenía buen tiro de larga distancia y entendía que a él no le tocaba brillar, siempre cediendo el balón a los más espectaculares para que se llenaran ellos de gloria.

Cristóbal Ortega debutó muy joven, para los estándares mexicanos, en el equipo de sus amores, el América. Inició su carrera profesional a los 18 años como extremo derecho y jugó con los Azulcremas desde 1974 hasta 1992. Destacando, desde los principios de los 80’s, como medio de contención. Una posición que hizo suya.

No sólo es, al día de hoy, el jugador que más veces ha vestido la casaca americanista en partidos oficiales, sino que es el jugador que puede presumir más títulos, y de esos que se jugaban una vez al año. Seis Ligas, dos Campeón de Campeones, tres CONCACAF y dos Copas Interamericanas son su palmarés personal.

Cuando las Águilas ya no lo necesitaban, supo decir adiós sin vestir otra camiseta. Siempre fue agradecido con el Club, al que volvió como parte del cuerpo técnico de Carlos Reinoso y, en algunas ocasiones, haciendo otro tipo de tareas más promocionales.

A pesar de que por mucho tiempo pareció relegado por algunas Directivas, nunca tuvo una mala palabra para la institución a la que le dio todo. Siempre fue agradecido y en cada entrevista se cansaba de demostrar el amor por el escudo.

Pero a pesar de todo su palmarés, su verdadero triunfo fue dejar una huella imborrable en los jugadores, así como con entrenadores con los que compartió vestidor y, lo más valioso desde mi punto de vista, con la afición que tuvo la fortuna de verlo jugar.

En estas épocas donde es fácil deslumbrarse con jugadores que más publican en redes sociales, hablan bonito ante los micrófonos y medio se presentan en los partidos importantes, es bueno recordar lo que era el gran Ortega.

Nadie que estuvo, tanto en la cancha como en la tribuna, en esa época gloriosa del Club, puede decir algo malo de Cristóbal. Un jugador comprometido, siempre dando el 100%, nunca se agachaba y siempre era de los primeros en defender el escudo tanto con fútbol como con los puños.

Por ahí se le atribuye, falsamente, una frase a Napoleón Bonaparte que más o menos dice así: “Denme dos Morelos y conquisto el mundo”. A mí, me pueden atribuir la siguiente: “Denme dos Ortegas y conquistamos la Liga Mx”.

En alguna ocasión, a finales de los 90’s, tuve la oportunidad de asistir a un entrenamiento en Coapa cuando Carlos Reinoso era el entrenador. Uno de sus asistentes era, como se comentó previamente, Cristóbal. Pude estrechar su mano y tomarme una foto con él. Una muy buena persona que se dio el tiempo de atender a los que ahí estábamos y contestar unas preguntas, así como sacarse varias fotografías.

Descanse en paz Cristóbal Ortega. Eternas gracias por ayudar a que mi infancia haya sido una de muchos triunfos futboleros.

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