Ese ahogo que no se regatea, que no se doma

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Quien más quien menos vio el partido a medias. El corazón bombeaba, no paraba, era imposible contenerse, despegarse, encontrar acomodo... Una condena imposible de domar, de regatear. Desde el aficionado que se va a pasear y no quiere saber nada a ratos hasta el que se tapa la cara o no quiere ni mirar. Solo oír o refrescar en el móvil... y a veces ni eso. Con el paso del tiempo, del partido de Sestao se recordará la alegría plena y aliviadora del gol de Lucas, el sufrimiento pegajoso e intenso de esas dos horas, el esfuerzo inabarcable del equipo en el campo, también ese penalti que no fue. Esa es la realidad. Unos días dan y otros quitan. Había mucho que cobrar... Todo deportivista lo pasó mal, es parte de su sino, pero empieza a acariciar lo que lleva tanto tiempo buscando. O sale subido del duelo ante el Barcelona o, en el peor de los casos, siempre conservará el liderato para los partidos ante Real Sociedad B y Real Unión. Parece poco, es una barbaridad, sobre todo, viniendo de donde viene.

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