El rey de la provincia

Era un cálido pero frío seis de junio de 2018. Meteorológicamente, AEMET marcaba 24 grados pero emocionalmente estábamos bajo cero en Elche. Quizás porque los locales ya estaban clasificados matemáticamente para el playoff, porque el Hércules ya no tenía ninguna opción para ello o tal vez por el alto precio de las entradas (seguramente por todo junto), pero lo cierto es que los apenas 8.500 espectadores que se dieron cita en el estadio Martínez Valero -con casi nula presencia de seguidores alicantinos- dibujaban un ambiente frío y muy alejado de lo que ha sido tradicionalmente el derbi. El partido en sí fue muy olvidable. Tanto que confieso que he tenido que navegar en internet para dar algún dato sobre él. Reparto de puntos merced al resultado de empate a uno, con goles de un franjiverde (Jony Ñíguez) y un herculano (Samuel Llorca) confesos. Aparte de esto, poco o nada a destacar. Faltó casi todo lo que siempre sobra en el Clásico. Puestos a decir algo, quizás el dato más reseñable sea que este descafeinado Elche-Hércules ha sido, hasta la fecha, el último de la historia.

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