Las Crónicas de Narnia

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En los cuentos infantiles, a menudo se suaviza la realidad para no exponer a los niños a situaciones difíciles o dolorosas. ¿Por qué se hace esto? Se asume que, debido a su corta edad, no tienen la madurez suficiente para enfrentar temas como el dolor, el sufrimiento o la muerte, y que lidiar con ellos sería complicado. Mucho se ha hablado y escrito sobre Guillermo Abascal y sus primeros meses al mando del Granada CF, pero hoy me gustaría centrarme en algo que me resulta especialmente llamativo: sus análisis postpartido en sala de prensa.

En este caso, no creo que el tono edulcorado con el que Abascal adorna sus declaraciones -en el fondo, que no en las formas- tenga como objetivo presentar una versión suavizada de la realidad al aficionado para evitarle emociones difíciles de procesar. Más bien, parece una estrategia deliberada para reinterpretar lo sucedido en el terreno de juego, con el propósito de ofrecer una versión distorsionada de los hechos que dudo convenza a alguien, ni a los seguidores del Granada ni a los periodistas presentes.

Las Crónicas de Narnia es una colección de libros juveniles de C.S. Lewis. En esta saga literaria, Narnia es un reino mágico donde la realidad y la fantasía se entremezclan. Desconozco si Abascal, dada su juventud, ha leído estos libros o, al menos, visto su adaptación cinematográfica, pero es curioso cómo, en el universo de sus declaraciones, ha construido su propio "Narnia" futbolístico. Según su discurso, el Granada CF es un equipo combativo, que juega buen fútbol y al que la victoria siempre se le escapa por pequeños detalles a los que resta importancia.

En su mundo de fantasía, al que supongo se accede a través de algún armario en la Ciudad Deportiva -que, por cierto, sigue en obras-, sus planteamientos responden a análisis futbolísticos complejos y siempre correctos, donde su equipo no deja de crecer y pronto alcanzará niveles de excelencia sin precedentes. En esta realidad alternativa que solo existe en la mente de nuestro entrenador, las derrotas son simples ilusiones y los errores defensivos se desvanecen como la nieve bajo el sol matutino.

No obstante, la dura realidad que están percibiendo los aficionados nos muestra que nuestro príncipe no es tan guapo ni tan valiente como nos habían dicho -e incluso, si me apuran, parece más bien una rana- y que algunos jugadores, llamados a ser protagonistas, no son más que secundarios irrelevantes en la historia que ha escrito hasta ahora nuestro entrenador.

Dicho esto, otra cuestión interesante -quizás para discutir en otro momento- sería analizar a aquellos que avalaron e incluso apoyaron la narrativa de un entrenador novato en el fútbol profesional español, que supuestamente estaba totalmente capacitado para llevar las riendas de un club que, sí o sí, debe aspirar al ascenso. Reflexionando sobre esto, me viene a la mente el cuento italiano de Pinocchio, aquel niño de madera al que le crecía la nariz al mentir. Aunque alguno me dirá que todo esto no son más que cuentos chinos.

Tras el desastre del año pasado, este equipo y su afición necesitan urgentemente a alguien que los lleve hasta la orilla. Sin embargo, estamos a mediados de septiembre y no es que el Granada cf se esté acercando o no a la orilla. A estas alturas ni siquiera sabemos dónde está ni cómo queremos llegar a ella: nadando, en moto de agua o en hidropedal. Mientras tanto, corremos el riesgo de sufrir un corte de digestión. O peor aún, de que nos devoren los tiburones, que en esta categoría hay unos cuantos y están hambrientos.

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