
Mbappé mide su pedigrí de estrella madridista en la enésima misión imposible del Bernabéu
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15/04/2025 23:00
Cuando el reloj marque las 21:00 de esta noche, suene el himno de la Champions League y la pelotita comience a rodar en el Santiago Bernabéu, el madridista ansía que templo blanco se transforme en ese manicomio que deja secuelas a aquellos que, creyendo que afrontan un mero trámite, se disponen a sobrevivir de la mejor manera posible su paso por Concha Espina. Es posible, que no probable, porque el estadio de las remontadas (y los decibelios) imposibles ha dado suficientes muestras a lo largo de los últimos años de que las leyes más elementales de la probabilidad dejan de tener efecto sobre los 105x68 metros del césped laminado del estadio. Un acaparador de miradas será Kylian Mbappé.
Hay muchos que se examinan mañana sobre el tapete madridista. Arteta y su Arsenal, que medirán la madurez de un grupo que se ha quedado corto para pelear la Premier League y que busca un golpe sobre la mesa al actual campeón de la Champions. Un Ødegaard que puede mandar un mensaje inequívoco al madridismo y a quienes no apostaron por él para un mediocentro del Real Madrid que este año ha estado huérfano de un jugador como él. Un Ancelotti que sabe que se le escapa media vida deportiva en caso de no pasar mañana. Pero el mayor examen, sin duda, lo tiene él. El niño de los ojos de Florentino Pérez, el objeto de deseo del madridismo durante tantos años —en los que se conquistaron dos orejonas más sin su presencia— y que ha dejado un sabor agridulce en su primera temporada con la casaca blanca.
Quizás sea algo injusto medir al delantero francés de 26 años por el devenir de una eliminatoria que, a todas luces y bajo las normas de la razón, parece casi imposible de remontar. Pero, chico, esto es el Real Madrid. La afición blanca tiene todavía en la retina algunas de las mejores noches europeas vividas en su historia —y en la de toda la competición, pese a quien pese— y eses el baremo en el que se mide a un Mbappé que todavía tiene que ponerse el traje de superhéroe para reclamar que este equipo es su equipo.
Pero Mbappé ha tenido suerte bastante dispar a lo largo de su trayectoria en la élite, en lo que a partidos a vida o muerte se refiere. Podemos fijarnos en su rendimiento en las eliminatorias que ha jugado en la Copa de Europa. En total, Kiki se ha embolsado 24 goles en 34 partidos jugados del knockout de la Champions. Mete 0,82 goles por cada 90 minutos y si sumamos las asistencias, su promedio es de 0,92 acciones que acaban en gol. Nada mal. Sin embargo, su porcentaje de victorias es de un 50% en estas instancias.
Si nos remontamos a su eclosión como jugador del Mónaco, en la temporada 16/17, vemos que el primer Kylian fue decisivo en el buen hacer monegasco, que se plantó en semifinales, en parte, gracias a sus goles: marcó en octavos el gol que abrió el 3-1 de la vuelta ante un favoritísimo Manchester City —año 1 de la era Guardiola— para conseguir avanzar a cuartos. Ahí también mojo en la vuelta, el primero de otra victoria por 3-1. La Juventus de Turín fue su verdugo y Mbappé hizo el gol del honor en la vuelta, quedando apeados por un contundente 4-1 global.
Después vino su estancia en el Paris Saint Germain, donde ha acumulado más temporadas y más sinsabores en la máxima competición europea. Se fue de vacío en la temporada 17/18 cuando se cruzó con el Madrid de Cristiano Ronaldo, tanto en la ida como en la vuelta. En la 18/19, el Manchester United remontó en el Parque de los Príncipes con un 1-3 en el que Mbappé se fue de vacío (marcó uno en la ida de ese partido, todo sea dicho). La 19/20 fue la de su única presencia en una final de Champions. Fue la Champions con asterisco, porque fue la de la pandemia. La de los estadios vacíos, la de las eliminatorias a partido único desde cuartos de final en una especia de burbuja al estilo NBA en Lisboa.
El contexto único de esta edición no quita para que la actuación del francés fuera más que mejorable. Aunque en octavos anotó para clasificar a los parisinos antes del parón total, Mbappé se fue de vacíos en cuartos ante el Atalanta (1-2), Leipzig (0-3) y en la final ante el Bayern de Múnich. El brillo de un Neymar en su prime absoluto demostró que los galones del equipo recaían sobre un brasileño omnipresente, haciendo de enganche, delantero y extremo, todo al mismo tiempo. Ney, de hecho, le sirvió un balón inmejorable a Kylian en la segunda mitad, pero falló y el equipo propiedad de Qatar vio cómo se esfumaban sus opciones de hacerse con su ansiada Champions.
Al año siguiente Mbappé dio un salto adelante en lo decisivo de su juego. Firmó Hat-trick en la ida de octavos ante el Barça y otro de regalo (y de penalti) en el Camp Nou. Se vengó del Bayern en cuartos, con dos goles claves en la ida para avanzar a las semis gracias a la extinta norma del valor doble del gol fuera de casa. No obstante, el City —finalista de aquel año— esperaba en semifinales, donde cayeron derrotados por un 4-1 global. Sí, ese solitario tanto fue de Mbappé en la ida, pero los citizens anularon por completo a Mbappé en la vuelta y en casa. De nuevo importante, pero no lo suficiente.
Los últimos años han completado el amasijo de reveses de Mbappé antes de desembarcar en Chamartín donde, por cierto, pudo vivir en primera persona los fenómenos paranormales del equipo blanco cuando el parche de la Champions adorna su camiseta. Kylian estuvo inconmensurable, en la ida y en la vuelta. En el Bernabéu marcó uno, le anularon otros dos y vio impotente cómo Donarumma entreabría las puertas de otra locura colectiva madridista.
Lo que vino después es de sobra conocido. Estampida blanca, locura colectiva. Una exhibición del 'mentón de hierro' madridista, un término que proviene del boxeo y que identifica la capacidad de un boxeador para mantener la compostura cuando entran los golpes del rival, y que es capaz de ejecutar al mínimo descuido del rival. Ese mismo mentón que, este año y con Mbappé en sus filas, parece haberse tornado de cristal.
Mbappé ha progresado año a año en su papel de estrella en la máxima competición europea, pero no ha conseguido que sus goles acabasen siendo decisivos para su equipo. Y ese es un gran debe en su historial. Algo parecido a lo que vivió en la final del Mundial de Qatar. Es difícil imaginarse una actuación mejor de un jugador en el partido más importante del planeta fútbol: tres goles, otro en la tanda de penaltis. Pero, de nuevo, Mbappé se quedó con la miel en los labios.
Un debut de récord... con trampaVolver a irse de vacío pondría virtualmente punto final a la primera temporada blanca de Mbappé. Sí, todavía se puede pelear por una liga que se antoja complicada y queda una final de Copa del Rey ante el Barça. Pero, siendo honestos, el Bernabéu mide los éxitos de los suyos por la Copa de Europa. Para bien o para mal. Y marcharse vapuleado o impotente de la visita gunner emborronaría una primera campaña que arroja datos positivos en el registro goleador del futbolista galo... aunque con algo de trampa.
Mbappé igualó con su doblete ante el Leganés el segundo mejor récord de goles (33) en su primera temporada con el Madrid, que ostentan por ahora Cristiano Ronaldo y Ruud Van Nistelrooy. Sin embargo, lo congestionado del calendario futbolístico de la 24/25 ha hecho que el 9 de Ancelotti lo logre con 45 partidos en su haber, con todavía 6 fechas por jugarse de Liga, la mencionada final de Copa y el Mundial de Clubes, lo que va a disparar el número de partidos que el francés tiene para disputar con Iván Zamorano el récord de mejor debutante blanco. Así que lo que Ancelotti, Florentino y el Bernabéu necesitan son goles de peso. Y qué mejor ocasión que unos cuartos de final, en casa y con 3-0 que remontar. El escenario ideal para demostrar que Kylian Mbappé realmente ha nacido para ser la estrella que más brilla de la constelación madridista. ¿Qué madridista no lo anhela, verdad?